domingo, julio 14

T -170. Música y techos de tejas

Creo que fue a mis quince años. Un walkman azul y blanco con auriculares de vincha metálica y espumas de goma azules. Fue un regalo de mis padres por mi cumpleaños. Cuando un cassette se acababa había que darlo vuelta. Con él, como todo adolescente, buscaba aislarme del mundo. Al principio no tenía en la casa un cuarto propio, y entre tantos hermanos, abuela y animales se hacía difícil encontrar un espacio de silencio interior.

Haciendo gala de un poco de creatividad, encontré un lugar dónde refugiarme.

Me subía al techo de tejas de la casa a ver los atardeceres, me llevaba una libreta de esas que tienen espiral y dibujaba... De allí salieron los personajes de mis primeros comics. En sexto grado había hecho un especial de ocho páginas a lápiz en el que aparecían todos los profesores que teníamos. En segundo año los dibujos que hicieron las tapas de la revista escolar. Y el semillero de mis primeros cuentos fantásticos. La ventana que me dejaba salir hasta el techo fue enrejada en el 91, después que entrasen armados a robar a mi casa en el día de mi cumpleaños y se llevasen mi portátil con los backups de mi novela dentro; eso es otra historia de todos modos.

En ese momento, experimentando entre géneros, también escribí poesía. En un cuaderno "Arte" cuadriculado encontré un fragmento de esa época:

"Aullar a la luna,
lamerme las culpas
y saber qué, cuando el alba llegue,
mi sueño de libertad se desvanecerá,
y volveré a ser prisionero del mundo".

Tuve una adolescencia complicada, en tiempos dónde no se hablaba del acoso escolar, ni se hacía nada al respecto. Me fue muy difícil encontrar mi lugar en el mundo, y durante un tiempo fue el techo de tejas en mi casa de Banfield.

Al llegar del colegio, y a veces inclusive juntando fuerzas para ir a él, me refugiaba en mis libretas y soñaba ser el protagonista de las historias más fabulosas. Como por ejemplo, este fragmento de una carta que nunca llegó a su destinataria:

"Estoy sentado aquí, en esta playa, escuchando las olas golpear contra mis ojos, imaginando un punto en común entre vos y yo, en esta constelación de distancias".

En una época en la que no existía Internet, fue muy difícil llegar a dar con gente que tuviera mis mismos intereses, que no me viese como un ser extraño al que temer.

Estos fragmentos que compartí en este post pertenecen a hojas y hojas que nadie leyó jamás, y que forman parte de mi propia mitología.

Hoy cientos de personas leen lo que escribo y hay quienes pagarían por leer un libro completamente escrito por mi: el adolescente que se sentía un patito feo, hoy nada graciosamente entre los cisnes.

PostScript: Un post que estaba previsto que fuese sobre la influencia de la música en lo que escribo se derivó en esto otro que estás leyendo ahora. Mientras escribía vinieron a mi las canciones que escuchaba entonces y con ellas las emociones que iban enlazadas a la música, así que puede decirse que a ese punto influye la música en lo que escribo. Por otra parte, me propuse escribir sin editar, sin corregir más que lo evidente en ortografía y gramática: lo que sale, sale (y como salga). Entonces, eso, aquí estamos.

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