sábado, julio 6

T -178. Las lecturas en la arquidiócesis

Corría el año 1994. Trabajaba como telemarketer en una empresa de seguros de retiro. Eran sólo siete horas y la paga era buena.

Volvía a casa y me sentaba con un gran cuaderno color papel madera a escribir pequeños fragmentos de lo que me imaginaba que sería la corrección de aquella novela que había presentado al Premio Planeta en 1992. Lo primero que noté fue un caos organizacional, donde al revisar la trama desde un lugar más reposado la notaba desigual, inconclusa, con baches profundos y con sobreexposiciones del mismo hecho una y otra vez. Le cambié el nombre: Pluviophilia ¿Qué significa? Amor por la lluvia, hasta el punto de la excitación sexual.

En medio de las correcciones inconexas y sin plan alguno, una ex integrante de "El Pozo" me propuso que junto a quien entonces era su novio y a un autor que estaba buscando editar, hiciéramos una lectura de textos inéditos en la Arquidiócesis de Buenos Aires. Esas lecturas se hacían una vez por mes los días jueves para promocionar autores nóveles y presentarles a posibles mecenas o personalidades del mundo editorial interesadas en apadrinar futuros proyectos.

El autor que estaba por editar mi amiga era sacerdote, poeta, filósofo. Ella una acólita de Pessoa, su novio estaba experimentando con el micro relato. Luego estaba yo, con esto que quién sabe qué vendría a ser, una novela que cruzaba géneros, algo que nunca fue fácilmente aceptado en primera instancia.

La estructura de mi libro estaba avanzando a una atomización en capítulos breves, multiplicación en centenares, como gotas de lluvia pegando contra un paraguas. Tenía que seleccionar tres fragmentos.

Trabajamos con mi amiga Natacha en la corrección de estos textos, la longitud, el contenido, y en el continente ¿Cómo iba a ir vestido? ¿A quién debería dirigirme? ¿Leería sentado o de pie?

Tuve que pedir permiso en el trabajo para poder asistir a esa lectura, donde cada uno presentaría sus propios fragmentos. La biblioteca de la Arquidiócesis era un lugar majestuoso. Allí, a las siete de la tarde de un día de invierno, mientras todos se acomodaban para escucharnos, hizo su entrada Aurora Bernárdez, albacea de la obra de Cortázar y ex mujer del escritor.

Pensé en Pluviophilia y en cuánto me había marcado Rayuela para bosquejar su estructura, y cuánto Julio marcó mis textos de adolescencia y primera juventud. Y claro, apareció el nudo en el estómago y el sudor frío.

Yo leía en segundo lugar. El primero era para romper el hielo, y para eso en ese momento yo no era muy bueno, el último estaba reservado al dueño de casa... El segundo lugar no estaba mal.

Leí un primer fragmento que contenía poca acción. Eran las disquisiciones de Seul, uno de los personajes clave de la novela, sobre la mentira. La gente se perdía en mi lectura, ni yo llegaba a comprender qué quería decir esa mujer desde mis letras.

El segundo fragmento fue de Oscar dándose cuenta que tiene 50 años, que se le acaba el tiempo, que se le está empezando a ir la fuerza física, que envejece cada vez más rápido, y que se va a ir de este mundo sin dejar huella. Al terminar, el público rompió en un aplauso, el primero de la noche.

No recuerdo el tercer fragmento, y casi no importa. Para terminar conté un poco de qué iba mi libro entonces. Al terminar todas las lecturas se sirvió un pequeño ágape y empezamos a mezclarnos entre la concurrencia.

Aurora Bernárdez en un momento se encontró cara a cara conmigo y me dijo: "A Julio le hubiese gustado mucho tu prosa".

Nunca me tomé en serio esas palabras, nunca hice uso de los contactos que podrían haber surgido esa noche, me tomó mucho tiempo sentarme a construir un borrador sólido de ese libro... y dejé que la vida me llevara a otra parte.

Andrés y Natacha escriben y producen series para la FOX, mientras tanto el sacerdote ha publicado varios libros y dirige un taller de lectura. Supongo que ahora me toca a mi. El cuarto lugar le toca al dueño de casa.

Cada vez más convencido de que no importa cuál sea el primer proyecto que vea la luz, a Pluviophilia también le llegará su momento bajo el sol.

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